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¿Impacta el estrés en la alimentación?


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Seguramente te ha pasado: hay días en los que el cansancio, el estrés o las emociones se apoderan de todo… incluso de lo que decides comer. No es casualidad, es biología y también es experiencia.

El estrés altera nuestras hormonas, modifica nuestro apetito, cambia nuestras decisiones y, a veces, incluso apaga la señal de hambre real. ¿El resultado? Comemos por impulso, dejamos de comer, sentimos culpa, nos inflamamos o simplemente nos desconectamos del cuerpo.

Lo que comemos influye en cómo nos sentimos… y cómo nos sentimos influye en lo que comemos. Por eso, cuando trabajo con pacientes, nunca hablamos solo de “qué comer”, sino también de cómo viven su día a día, cómo descansan, cómo se hablan a sí mismos y qué emociones llevan cargando.

La buena noticia es que este ciclo se puede romper con consciencia, compasión y herramientas sencillas que te ayuden a regular el estrés y reconectar con tu cuerpo.


Tu alimentación también es emocional, y aprender a reconocerlo es un paso enorme hacia un bienestar más real, más humano y más sostenible.

 
 
 

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